La criptococosis es una micosis sistémica aguda, subaguda o crónica, inicialmente pulmonar causada principalmente por Cryptococcus neoformans (vars. neoformans y grubii) y Cryptococcus gattii. La forma pulmonar es generalmente transitoria, leve y no reconocida. Las lesiones cutáneas, óseas o viscerales pueden presentarse durante la diseminación de la enfermedad, pero la inclusión del sistema nervioso central con meningitis subaguda o crónica es la forma más familiar de la micosis. Aunque el hongo tiene una amplia distribución mundial y se encuentra de manera abundante en la naturaleza, solamente causa enfermedad grave en personas con resistencia inmunológica muy baja. En la actualidad, la incidencia de la criptococosis es paralela a la presentada por el SIDA.
Se ha postulado que C. neoformans/C. gatttii pueden ser hongos levaduriformes endo o epífitos, que desarrollan una asociación biotrófica específica con plantas hospederas. La dispersión de las basidiosporas ocurre con la floración de dichas plantas; las basidiosporas aéreas están presentes en el ambiente por períodos de tiempo cortos y son propágulos infecciosos para el humano y otros animales. Después de su diseminación, las basidiosporas pueden sintetizar material polisacárido y convertirse en levaduras capsuladas. Los mamíferos y aves que tienen alguna asociación con la planta hospedera pueden pasar los criptococos a través de su intestino y eliminar levaduras capsuladas en heces fecales. Los criptococos en el suelo o en detritos vegetales son eliminados del ambiente por acción de la intemperie, especialmente los rayos solares y microorganismos como bacterias y amibas, pero los criptococos acumulados en cobertizos pueden permanecer viables durante varios años, permitiendo que estos hábitats actúen como fuentes importantes para la dispersión de levaduras desecadas, también infecciosas. C. neoformans var. grubii y var. neoformans se han aislado a partir de varias fuentes naturales (vegetales, frutas, jugos de frutas, madera, productos lácteos y suelo), pero es notoria su asociación con deshechos aviarios (pericos, loros, canarios) y especialmente con excrementos de palomas. Por otro lado, los aislamientos ambientales de C. gattii (serotipos B y C), han establecido que esta especie tiene una asociación ecológica estrecha con especies de árboles de eucalipto en Australia como Eucalyptus camaldulensis, E. tereticornis, E. rudis y E. gomphocephala, así como Terminalia catappa en Colombia y Moquilea tomentosa en Brasil.
Tratamiento.
De manera general la criptococosis pulmonar y la curación o escisión de las lesiones dérmicas sin una recurrencia subsecuente, tienen buen pronóstico. Por el contrario, la diseminación de la criptococosis visceral y cerebro-meníngea tiene un pronóstico pobre. La criptococosis del sistema nervioso central es una enfermedad fatal si no es tratada. La criptococosis crónica de curso letal está marcada por intervalos de remisión y exacerbación y la evaluación de la terapia es difícil e incierta.
Actualmente, la anfotericina B y el fluconazol son las únicas drogas disponibles con eficacia probada. Están indicadas en todos los pacientes con criptococosis del sistema nervioso central y sitios de diseminación. La anfotericina B debe ser administrada intravenosamente a dosis que van de 0.25 a 0.75 mg/kg de peso. El medicamento debe ser disuelto en suero glucosado 5% y protegerse de la luz. Se administra cada tercer día por goteo lento. La dosis se mantiene durante una semana y si el paciente no muestra reacciones colaterales, es posible incrementarla hasta una dosis máxima de 30 – 40 mg. Para evitar los efectos colaterales es recomendable administrar analgésicos, antihistamínicos, hidrocortisona y heparina. Además deberán valorarse pruebas de funcionamiento hepático y renal. El fluconazol se administra a dosis de 50 – 150 mg/día/VO. Los mejores resultados (en el 85% de los pacientes) se obtienen al combinar los esquemas terapéuticos de anfotericina B con fluconazol. Aun cuando las únicas lesiones estén en piel o membranas mucosas, el tratamiento tópico (nistatina, anfotericina B o derivados del imidazol) se combina con el tratamiento sistémico. El itraconazol se ha empleado como profiláctico. La 5-fluorocitosina es también un fármaco útil, sin embargo, en México no se dispone de él.
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